Si bailas, eres la danza. Si
cantas, eres la canción. Si amas, eres
el amor. Si escuchas, eres sólo oídos y
todo lo demás desaparece. Entonces cada
momento adquiere plenitud, y esta plenitud continúa expandiéndose. De no ser así, la gente se
conforma con el mínimo, consolándose con el “Benditos sean los pobre, benditos
los mansos”. No es necesario ser pobre
ni es necesario ser manso.
La vida te da tanto que
podrías ser un emperador. Para serlo no
necesitas un imperio; ser emperador es sólo una forma de vivir auténtica y
plenamente. De no ser así también
vuestros emperadores son mendigos. No
están vivos, están en el mismo bote que tú; por dentro están tan vacíos como
tú. Tú pides más y ellos piden más.
Esto me recuerda una vieja
historia sufí:
Un gran emperador fue a
dar un paseo en su jardín por la mañana temprano y de repente se encontró con
un mendigo que estaba esperándole allí, sabiendo que venía todas las mañanas
antes del amanecer. ¿Quién si no le iba
conseguir una audiencia a un mendigo? El
emperador siempre venía sólo, así que no habría problema. Le preguntó: “¿Qué quieres?”.
“Esta es mi escudilla y
quiero que la llenes –dijo el mendigo-.
Con una condición: que la llenes, no importa con qué (oro, plata y
diamantes o piedras y barro). Mi
condición es que debe llenarse completamente.
Sólo si aceptas mi condición puedes intentarlo, si no me marcharé”.
Era un gran reto para el
emperador, el cual respondió: “¿Qué crees: que no puedo llenar tu escudilla?”.
Llamó inmediatamente a su primer ministro y le dijo: “Llena esta escudilla con
los diamantes más preciosos”.“Una vez más te repito, de
mendigo a mendigo –insistió este-, que todavía estás a tiempo; aún puedo
marcharme”. “¿Qué significa de
“mendigo a mendigo”?” –respondió el emperador- “Luego lo entenderás –respondió
el mendigo-. Espera que venta tu primer
ministro”.
Y vino con un cubo lleno
de diamantes y los echó todos dentro de la pequeña escudilla. El emperador y el primer ministro no se lo
podían creer; los diamantes desaparecían según caían en la escudilla. La escudilla seguía vacía; tan vacía como
antes. Pero el emperador era un hombre
de gran orgullo y apuntó: “Aunque tenga que echar todo mi tesoro, tengo que
vencer a este mendigo. He vencido a
emperadores; no puedo permitir que este mendigo me venza a mí. Y ya me ha tratado de “mendigo a mendigo”.
Mientras el sol avanzaba,
se corrió el rumor en la capital de que el emperador estaba en un gran
apuro. La escudilla se estaba tragando
su tesoro. Se hacían corrillos; nadie se
lo podía creer. Pero el emperador era
testarudo. Desaparecieron los diamantes,
los rubíes, las esmeraldas y los zafiros, luego el oro y la plata. Al llegar la tarde el emperador dijo: “Tenías
razón. Ahora soy tan mendigo como tú”.
“Por eso te dije que luego
lo entenderías” –respondió el mendigo.
“Me has engañado esto no
es una escudilla y tú no eres un mendigo.
Al parecer eres un mago” –respondió el emperador. “No, no soy un mago, soy
un simple mendigo. Pero esta escudilla
es realmente mágica –contestó el mendigo-.
Y te contaré su secreto, de “mendigo a mendigo”. Encontré esto; acércate y míralo. Es la calavera de un hombre. La he limpiado y pulido. La encontré en el cementerio. Soy tan pobre que no puedo comprarme una
escudilla en el mercado, así que me dije: “Esta me irá perfectamente
bien”. La lavé, la limpié, le saqué
brillo, pero por ser la calavera de un hombre, nunca está satisfecha, siempre
está pidiendo más. No tiene mucho misterio. Tu calavera hace lo mismo. Todas las cabezas hacen lo mismo: pedir mas”. Al pedir más pierdes lo
que tienes.
Un meditador ni se
preocupa por el pasado que ya se ha ido, ni por el futuro que no ha llegado
todavía. Está centrado en el presente, y
lo que tiene lo disfruta en su plenitud.
Naturalmente, su vida no es la vida de un mendigo. Nunca pide más, no obstante está viviendo al
máximo con totalidad e intensidad. De no
ser así, tendrás que conformarte. Eso es
lo que vuestras religiones os enseñan: a conformaros con poco.
Al hecho de conformarse se
le ha dado un gran valor. Para que por
lo menos puedas aguantar el sufrimiento que te rodea y la miseria en la que te
ahogas continuamente.
Un hombre estaba jugando
al golf, y mandó su bola al bosque. Fue
a recuperarla y se encontró con una bruja que estaba removiendo una pócima en
un gran caldero. “¿Qué hay ahí?”
–preguntó.
“Estro es una poción
mágica –cacareó la bruja-. Si bebes de
ella serás el mejor jugador de golf del mundo.
Nadie te podrá vencer”. “Dámela entonces –dijo el
hombre-. Quiero beberla”.
“Espera un momento –le
advirtió-, también tendrás la peor vida sexual del mundo”.
El hombre se lo pensó por
un momento y dijo: “De acuerdo, dame la poción”. Se la bebió, volvió con sus amigos, ganó el
partido y se convirtió en el campeón del club.
Siguió jugando campeonatos y se convirtió en el mejor jugador de golf
del país. Un año después estaba
jugando en el mismo campo y decidió ir a ver si la bruja estaba todavía por
allí. Fue al bosque y la encontró en el
mismo lugar. “¿Te acuerdas de mí?” –preguntó
él. “¡Ah, sí!, me acuerdo de
ti –dijo ella-. Dime, ¿cómo te va con el
golf?”. “Tenías toda la razón –dijo-. Siempre gano.
Soy el mejor jugador de golf del país”. “¿Y tu vida sexual?” -preguntó ella riéndose.
“No está mal” –contestó
él. “¿No está mal? –dijo ella
sorprendida-. Dime, ¿cuántas veces has
hecho el amor el último año?” “Bueno, no –dijo él-, no
para un cura católico de una pequeña congregación”.
Así que, ¡no seas un cura
católico! Si quieres vivir la vida
plenamente, no formes parte de ninguna religión organizada y no te dejes
dominar por las cosas muertas. Vive de
acuerdo a tu propia luz. Encuentra tu
propia luz interior y vive de acuerdo a ella, sin ningún miedo. Es nuestra existencia, somos parte de ella, y
nos ha dado el potencial para ser cualquier cosa que quiera que seamos. ¡Utilízalo!
¡Actualízalo! Nunca reprimas, y
no seas tacaño viviendo, amando, compartiendo, cantando, danzando, en todo lo
que hagas o dejes de hacer.
The razo’s edge.
Discurso 23
OSHO
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