El arte de vivir plena,
total e intensamente no es algo arduo o difícil pero lo han hecho casi
imposible. Es tan simple y tan obvio que
no hay necesidad de aprenderlo.
Se
nace con un sentido intuitivo,
intrínseco a la vida misma. Los árboles
lo conocen, los pájaros lo conocen, los animales lo conocen. Sólo el
hombre es desafortunado. El hombre es la cima más elevada de la vida,
y quiere conocer el arte de vivir. Ha
habido un continuo condicionamiento contra la vida. Ese es el motivo
principal por el que se
necesita este arte.
Todas las religiones del
mundo que han dominado a la humanidad durante siglos son antivida. Su fundamento básico es que la vida es un
castigo. De acuerdo al cristianismo, has
nacido en pecado porque Adán y Eva desobedecieron a Dios. Es increíble hasta dónde puede llegar la
ficción. Aún si Adán y Eva
desobedecieron a Dios, no veo qué relación tiene contigo o conmigo. Y además, la desobediencia no es
necesariamente un pecado. Algunas veces
es lo más virtuoso que se puede hacer.
Pero
todas las culturas,
todas las sociedades quieren obediencia, que es otra forma de llamar a
la
esclavitud, al encarcelamiento espiritual.
¿Qué mal hicieron Adán y Eva al comer de la fruta del conocimiento? ¿Es
acaso la sabiduría un pecado? ¿Es acaso la ignorancia una virtud?
Dios les prohibió comer de esos dos árboles; uno
era el de la sabiduría y el otro, el de la vida eterna. ¿Quién está
cometiendo el pecado, Adán y Eva
o Dios? Ni la sabiduría es mala, ni el
anhelo por la vida eterna es malo: son absolutamente naturales. La
prohibición es errónea y su desobediencia
es absolutamente correcta. Ellos fueron
los primeros revolucionarios del mundo, los primeros seres humanos con
algo de
dignidad.
Debido a su desobediencia,
toda civilización, ciencia, arte y todo lo demás, ha sido posible. Si no hubieran desobedecido, todavía
estaríamos masticando hierba desnudos en el Jardín del Edén; ni masticar chicle
sería posible.
No sólo el cristianismo,
también otras religiones encuentran razones para condenar la vida. El hinduismo, el jainismo, el budismo, todos
dicen que sufres, que eres desgraciado, y que no puedes dejar de serlo porque
es un castigo por las malas acciones de vidas pasadas. Ahora bien, lo que se haya hecho en vidas
pasadas no puede deshacerse; tienes que padecerlo. Tú mismo has creado esta miseria, este
sufrimiento, esta angustia, y lo único que puedes hacer es sufrir pacientemente
para que en el futuro la vida te recompense.
¡Extraño argumento!
Si haces algo malo en esta
vida, deberías ser castigado en esta misma vida. De hecho, la causa y el efecto van siempre
unidos. Simplemente pon tu mano en el
fuego: ¿crees que te quemarás en tu próxima vida? Te quemarás aquí y ahora. Cada acto tiene su propia recompensa o su
propio castigo. Esta distancia entre
vidas es una idea muy astuta para hacer que aceptes vivir la vida al mínimo,
todas esas religiones te enseñan a renunciar a ella. Los que renuncian a ella se convierten en
santos; son venerados. A los que viven
plena, totalmente, nadie los venera; ni siquiera se les aprecia. Por el contrario, son condenados. Toda nuestra educación es
tal que va en contra del placer, en contra de gozo, en contra del sentido del
humor, en contra de disfrutar de las cosas pequeñas de la vida: cantar una
canción o tocar la flauta. Nadie te va a
llamar santo por tocar la flauta bellamente; excepto yo.
Te llamaré santo si bailas
tan totalmente que desaparezcas en el baile y sólo quede la danza; entonces el
que baila se funde completamente, se disuelve y se convierte en la danza. Si tocas la flauta tan totalmente que te
olvides de ti mismo, que sólo quede la música y ya no seas el flautista sino
sólo un oyente, entonces la flauta estará en los labios de Dios.
Si amas, eres condenado.
Todas
las religiones han
dicho que el amor es algo animal. Yo he
observado a los animales pero nunca he visto amor alguno en ninguna
especie de
animal. Yo he observado a los animales
pero nunca he visto amor alguno en ninguna especie de animal. El amor
es absolutamente humano. Los animales pueden abandonarse al sexo,
¿pero te has fijado en ellos mientras lo hacen?
No verás ningún gozo. Te parecerán absolutamente distantes; con caras
tan serias que parece que estuvieran sufriendo.
Y de hecho están sufriendo. Es
una necesidad biológica, y la sienten; están siendo forzados por una
fuerza
desconocida a hacer algo en lo que no están interesados.
Es por eso que, excepto el
hombre, ningún animal hace el amor durante todo el año. Sólo cuando les llega el celo, cuando la
biología se lo impone: “Ahora tienes que hacerlo”; a la fuerza, como si alguien
se lo estuviera ordenando con un arma: “Haz el amor”. Fíjate en los animales, en sus ojos; no están
sintiendo ningún gozo.
Hablar acerca del amor
como algo animal es un gran disparate.
Los animales no saben lo que es el amor.
Ni siquiera millones de seres humanos de saben. El amor necesita, como base, estar algo
centrado en tu propio ser, y de algún modo, cerca de él, porque a no ser que
estés centrado en tu ser no conocerás todos los tesoros que llevas dentro de ti
mismo; el amor es uno de esos tesoros.
Hay cosas aún más elevadas: la verdad, el éxtasis y la experiencia de lo
divino. A no ser que esté en profunda
meditación, no se puede amar y no se puede vivir.
Me preguntas acerca del
arte de vivir plenamente. Empieza con la
meditación para que puedas conocer la fuente de tu vida y volver a su origen;
es una experiencia sorprendente. De
repente te das cuenta de que tienes tantísimo, tal abundancia, que si quieres
puedes amar al mundo entero. Puedes
llenar el mundo entero con tu amor. En tu pequeño cuerpo está
la semilla que puede crear millones de flores, que contienen toda la fragancia
del mundo.
El arte de la vida
comienza con la meditación. Y por
meditación quiero decir silencio de la mente, silencio del corazón, alcanzar el
mismo centro de tu ser y encontrar el tesoro que es tu realidad. Una vez que lo conoces, puedes irradiar amor,
vida, creatividad. Tus palabras se
volverán poéticas, tus gestos tendrán gracia; hasta en tu silencio habrá una
canción. Aunque estés sentado inmóvil,
estarás danzando. Cada inspiración, cada
espiración, será un gozo; cada latido del corazón será precioso porque es el
latido del corazón del mismo Universo: tú eres parte de él.
Si
reconoces que tú mismo
eres parte de la existencia… empezarás a vivir plenamente, sin miedo a
las
religiones ni a los sacerdotes ni a todas esas enseñanzas antivida que
quieren
que, en vez de gozar, renuncies a la vida, escapes de ella. Una ves que
eres libre de tus
condicionamientos (y la meditación es casi como el fuego que quema toda
la
basura que el pasado te ha dejado en herencia) naces de nuevo. Entonces
no necesitarás aprender ningún arte. Surgirá espontáneamente dentro de
tu ser.
Por el momento hay
demasiados obstáculos, demasiadas barreras.
Has sido envenenado durante tanto tiempo, y te han enseñado tantas cosas
equivocadas, que casi vas arrastrándote. En vez de ser una danza, la vida se ha
convertido en un acto de arrastrarse desde la cuna a la tumba. La gente sigue viviendo, ¿qué otra cosa puede
hacer? No se suicidan porque, si la vida
es tan miserable, ¿cómo pueden esperar que la muerte vaya a ser algo
mejor? Así que en vez de poner tu
atención en el arte de vivir ponla en el lugar desde donde mana tu vida, en las
mismísimas raíces de las que saca su jugo.
Profundiza en ti buscando las raíces de tu vida y te encontrarás con lo
que los místicos han llamado iluminación, despertar, o la experiencia de lo
divino. Después de esa experiencia eres
una persona totalmente diferente.
Entonces tu totalidad
estará detrás de cada uno de tus actos.
Entonces no estarás
esquizofrénico.
Entonces no reprimirásnada.
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